viernes, 17 de abril de 2009

La basílica de Santa María, en Cracovia


En el siglo XIII los burgueses cracovianos, que por aquel entonces constituían ya una clase poderosa, decidieron construir en el centro de Cracovia una grandiosa iglesia bajo la advocación de la Virgen María, para rendir gloria a Dios. La idea gustó mucho a todos por loq ue en poco tiempo fue posible reunir los fondos necesarios. Cada burgués, de buena gana, vaciaba su bolsa sin escatimar oro para un fin tan luminoso.

Comenzaron a buscar al constructor adecuado, alguien que no sólo fuera digno de tan grande y santa empresa, sino también que ortorgara esplendor al edificio gracias a la fama de su nombre.

Y sucedió por aquel entonces que llegaron a Cracovia dos hermanos constructores que habían edificado bellos y majestuosos palacios e iglesias en varios países, edificios que despertaban gran admiración por su arte. Sin vacilar se les ortorgaron las obras de la iglesia Mariacki. Pronto se pusieron manos a la obra.

La iglesia, que debía superar a todas las restantes en cuento a su altura, se construiriía en estilo gótico, para que sus esbeltas torres, apuntando al cielo, condujeran los ojos de los fieles hacia el firmamento divino. Entre tal alegría y la impaciente espera por ver terminada la construcción, nadie podía sospechar que unc rimen como el de Caín pudiera sellar con su sangrienta marca la Casa del Señor.


Comenzó siendo una inocente rivalidad entre hermanos surgida del reparto del trabajo, ya que cada uno de ellos debían ocuparse de la construcción de una de las dos torres. Para que ambos se aplciaran al máximo en la obra, hicieorn una apuesta que ganaría el primero de los dos que terminara su parte de la construcción. Y, efectivamente, mientras las torres de la iglesia Mariacki se hacían más altas y más bellas de día en día, alegrando mucho los corazones de los habitantes de Cracovia, la rivalidad entre los hermosos crecía de tal modo que cada vez se cruzaban miradas más llenas de inquina; así hasta que se olvidaron por completo del fin piadoso que debía guiar su obra.


Con vehemencia, uno de ellos completaba un piso tras otro, mientras que el hermano, mordiéndose los labios, trataba de ir a su paso. Por fin el mayor terminó su torre y para mayor resplandor la adornó con una corona dorada.

Para celebrarlo, invitó éste a su hermano a una fonda para tomar un vaso de vino. La conversación se acaloró y al cabo de pocas palabras, pronunciadas cada vez más alto, se transformaron en gritos. Al principio, los constructores se vanagloriaban con sus habilidades, pero al final comenzaron a echarse en cara dsus defectos en el arte de la construcción. El mayor se mofaba de la lentitud del menor, y el menos, pagándole con la misma moneda, le reprochaba la deficiente construcción de su torre.


De repente, para terror de todos los presentes, el hermano mayor cogió un cuchillo de la mesa y lo clavó en el mismo corazón de su hermano menor. Éste, después de emitir un gemino, se deslizó al suelo sin vida. El fraticida, paralizado ante su propio acto, miró un momento el cuchillo ensangrentado, enmudeció y después se dio a la fuga. Pero no tuvo tiempo ni de llegar a la puerta, pues en un abrir y cerrar de ojos, los comensales lo tomaron preso.

A causa de la hora, era imposible llevar al asesino ante el tribunal, por ello decidieron encerrarlo durante la noche en una de las capillas de la recién construida iglesia Mariacki.

Al día siguiente, juzgaron aprisa al fraticida y lo ejecutaron. Sin embargo, nada pudo borrar el recuerdo de aquel horroso acontecimiento, y toda Cracovia se vistió de tristeza por largo tiempo. Ningún constructor quiso terminar aquella torre sellada con una marca de sangre, por ello los concejales ordenaron rematarla tal y como estaba con un casco.


Fue así como la iglesia de Mariacki, con sus dos torres de diferente altura, se ha hecho una curiosidad arquitectónica de la ciudad. la memoria sobre la disputa de los hermanos constructores se ha conservado en forma de leyenda, porque por tan gran infamia sus nombres fueron borrados de todas las crónicas y todos los documentos. Durante siglos se mantuvo también la costumbre de que los condenados a muerte, antes de su ejecución, pasaran la noche en la misma capilla en la que el fraticida esperó su muerte, es por ello que esta capilla lleva el nombre de Capella Captivorum, Capilla de los Cautivos.


Se puede encontrar una huella más de aquel trágico acontecimiento. El instrumento del delito, aquel cuchillo con el cual el hermano menor fue asesinado, fue colgado de una cadena por la orden de los concejales en Sukiennice, para que, al verlo, las generaciones venideras fueran conscientes y estuvieran prevenidas de a qué puede llevar el desacuerdo y la envidia, también entre hermanos.

Hasta hoy día ese cuchillo permanece colgado en Sukiennice y, aunque consumido por la herradumbre, aún permite ver huellas de sangre en él.

(Cracovia legendaria, Ewa Basiura, Cracovia, 2006)

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